En un refugio cualquiera de cuyo nombre no quiero acordarme, un cuantioso número de aguerridos deportistas, esperan impacientes a que escampe la copiosa lluvia que lleva cayendo desde la noche anterior. El nerviosismo se masca, menos mal que la charla atenúa en parte la electricidad del lugar.
jueves, 29 de octubre de 2009
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